sábado, 25 de diciembre de 2010

Aqui 9

Aquí
La Paz (Bolivia), nueva etapa, 25 de diciembre de 2010 Año I No. 9
Afiliado a la Federación Latinoamericana de Periodistas, Felap
Editores: Remberto Cárdenas Morales y Yuri Aguilar Dávalos

Índice

Editorial
El Presidente se apoya en el viejo Ejército que debió destruir
De sábado a sábado (134)
Nueva alianza de Evo con los explotados y oprimidos para salvar los cambios
Remberto Cárdenas Morales
Bolivia
Cuando fe y política se encuentran
de nuestra tierra
Seamos serios, ¡Sí hay documentos!
Ximena Bedregal Sáez
Saludo de fin de año de La Protesta
lucha de nuestros pueblos
¿Por qué actualización y no reforma económica en Cuba?
José Alejandro Rodríguez
lecturas
La Impostura de Fernando el Caótico(*) de Juan Claudio Lechín
Ricardo Aguilar Agramont
Releyendo el Manifiesto Comunista
Carlos Pulido
La masacre minera del 21 de diciembre 1942
Yuri Aguilar Dávalos
Redactores:
La Paz: María Elsa Crispín Quiñones, Constancio Mamani Aruni, Wilfredo Pomier Miranda, María Isabel Pomier Yujra y María Luisa Quezada Portugal. Cochabamba: Alonso Contreras Baspineiro, Fernando Méndez Terrazas y Claudia Zegarra Rivero. Santa Cruz: Alejandro Dausá. Oruro: Héctor A. Hinojosa Rodríguez. Sucre: Roberto Valdiviezo Luna. Potosí: Rosa Laime Muñoz. Trinidad: Emil Balcázar Lara. Madrid (España): Carlos M. Caravantes García.  
Sobre el Comandante de Nuestra América: www.chebolivia.org
De la Redacción:
Las notas firmadas expresan los criterios de los autores.

editorial
El Presidente se apoya en el viejo Ejército que debió destruir
En Bolivia, las Fuerzas Armadas (Ejército) y la Policía son las principales fuerzas de sustentación del viejo Estado el que, según los gobernantes, murió el pasado 22 de enero de este año. Esas fuerzas son de dominación de una clase o de clases sociales respecto de otra u otras (incluidos pueblos indígenas y burocracia) pero, en nuestro país, ninguna reforma altera positivamente su organización interna ni su comportamiento, aunque el Ejército distribuye los bonos de este tiempo y a pesar de que parece ahora un buen amigo del pueblo.
Tendría que estar fuera de duda que el Ejército es la principal fuerza en la que se apoya el gobierno y en particular Evo Morales. Quizá por eso el mandatario, en el año que concluye, contó una historia del Ejército distinta a la comúnmente aceptada y nos convocó a compartir esa lectura que él hace de la institución armada. A pesar de que no vemos una reforma sustancial en las filas de los uniformados, para el gobernante boliviano, el Ejército es antineocolonial y antiimperialista, desde su formación, es decir, a partir de la batalla de Aroma (hace 200 años), durante la guerra de la independencia contra el dominio de España en este suelo. Morales añade que en las guerras internacionales, a pesar de que todas la perdió, el Ejército asumió una conducta también antiimperialista. Que esa instancia castrense asumió como ideas y como política el “socialismo militar” y que por eso en 1937 del siglo pasado un General del Ejército (Toro) consumó la primera nacionalización del petróleo boliviano. Anota, además, que el segundo rescate de aquella riqueza la realizó otro General, Ovando, en 1969. El gobernante, asimismo, recordó que un Teniente Coronel (Busch) dijo que iba a servir a los pobres y no a los ricos, y que mientras que él gobernó una Asamblea Constituyente aprobó una Constitución de veras avanzada para ese tiempo. Asimismo, que un Mayor del Ejército (Villarroel) señaló que no era enemigo de los ricos, pero que era más amigo de los pobres. El Presidente no dijo que el pueblo en armas derrotó a los miliares en la insurrección de abril de 1952 y que después el Ejército boliviano fue reorganizado con ideas, políticas y técnicas de la Escuela de las Américas de Estados Unidos. Olvidó la obra del Gral. Torres desde el gobierno (1970-1971). Sin embargo, el Presidente informó que este 2010 los uniformados han redactado una doctrina militar que les manda defender los recursos naturales, como por ejemplo los bosques y la biodiversidad, de lo no se hace hasta este momento, añadimos.
A esa historia que ofrece datos vistos por el Presidente, nosotros reproducimos otros que ensombrecen la ejecutoria del Ejército, incluso desde antes de la independencia de Bolivia: compartimos la tesis del historiador boliviano, Jorge Alejandro Ovando Sanz, quien afirma que cuando llegaron los ejércitos auxiliares argentinos, incluso el de Bolívar, la mayor parte del que ahora es territorio boliviano había sido liberado por los guerrilleros de la independencia, por Juana Azurduy de Padilla, entre ellos. En ese tiempo, militares con muchas glorias, reconocidas después de fundada Bolivia, combatieron como mercenarios en las filas del Ejército del Rey de España, hablamos del mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana y del general Gregorio Pacheco: ambos fueron presidentes de Bolivia y se sabe que el segundo sirvió más al pueblo que el primero. El general Mariano Melgarejo fue el que ordenó el primer despojo a sus dueños legítimos de sus tierras comunitarias o ayllus. El heroísmo señero de los combatientes en las guerras internacionales fue de los civiles, lo que no niega el aporte destacado de pocos jefes militares: nos referimos a los colorados de El Alto de la Alianza y a Rufino Carrasco, en la Guerra del Pacífico; al originario Racua, en la contienda del Acre; así como a los innumerables bolivianos analfabetos que ni siquiera supieron por qué lucharon y por qué murieron en la conflagración del Chaco.  Y en todas esas guerras se disputaron intereses distintos y a veces contrarios a los de Bolivia y en todos los casos perdimos esas guerras y se sacrificaron riquezas naturales, así como murieron 50 mil compatriotas en la que se denominó “guerra estúpida”, como fue la del Chaco.
El Presidente calla la lucha del pueblo boliviano en defensa de las riquezas naturales como el salitre y los hidrocarburos, antes y durante las guerras del Pacífica y del Chaco.
El viejo Ejército boliviano se destacó, ciertamente, en las masacres mineras y campesinas, las que tuvieron lugar durante las guerras del Pacífico y del Chaco, razón por la se afirma que a la par de aquellas conflagraciones internacionales, dentro de Bolivia, se desarrollaron guerras civiles y, en consecuencia, matanza de trabajadores mineros y campesinos.
Que los intelectuales del gobierno ignoren que durante su existencia el Ejército boliviano defendió los intereses de las clases sociales dominantes resulta especialmente grave, como inadmisible es desconocer u olvidar que aquel organismo de compulsión fue el principal sostén de las dictaduras militares y fascistas en nuestro país, así como ejecutaron el Plan Cóndor, con lo que acabaron con la vida de innumerables combatientes latinoamericanos y suramericanos por la segunda independencia de esta parte del mundo.
De la lectura que hacen gobernantes del accionar del Ejército boliviano dedujeron que aquél merecía nada menos que una distinción parlamentaria “al mérito democrático”, medalla que lleva el nombre de un verdadero prócer de la política boliviana: Marcelo Quiroga Santa Cruz. Ahora aquellos gobernantes, particularmente el Presidente, defienden aquella entrega, inmerecida según los que resistimos las dictaduras militares y fascistas en Bolivia. Se trata del Ejército al que los gobernantes creen que se debe reformar y en ningún caso destruir junto con el viejo Estado.
Fundadamente pensamos que entre aquel desacreditado Ejército y el actual Presidente boliviano tienen acordado un pacto que tiene que ser de apoyo recíproco, sobre todo para encubrir culpas, al que consideramos vergonzoso.
Sólo así es posible explicarse esa unilateral historia, contada por el Presidente y que sigue tejiendo respecto del Ejército. Añadimos que éste lo único que hizo bien y muy bien fue tratar al pueblo como  irreconciliable enemigo suyo.
Desde este semanario le decimos al Presidente y a los gobernantes que deben evitar extravíos porque el pueblo armado e incluso desarmado tiene más vitalidad política, ideológica e incluso física que el Ejército y que por ello no existe en Bolivia otra fuerza de sustentación más confiable del gobierno actual que la de los explotados y oprimidos, forjados en incontables enfrentamientos clasistas.
    
De sábado a sábado (134)
Nueva alianza de Evo con los explotados y oprimidos para salvar los cambios
Remberto Cárdenas Morales*
Lo mejor que debe ocurrirnos a los que creemos que otra Bolivia es posible es que Evo Morales busque y/o acepte una nueva alianza con todos los explotados y oprimidos del país para defender, consolidar y profundizar los cambios, mediante la aplicación de un programa democrático y popular, camino al socialismo; acuerdo o alianza que debe comprender la enmienda de los errores cometidos por los gobernantes y, en particular por Evo, en el año que concluye y antes si fuera necesario, sin excluir la enmienda de los del campo popular.
Esa propuesta que quizá consideren irrealizable incontables compatriotas, por utópica que parezca, es algo de lo mejor que debe hacerse en las condiciones de la América nuestra la que, en varias de sus latitudes, cambia a pesar de todo. Y Bolivia también cambia, aunque esta realidad enfrenta serias dificultades que podrían acabar con un proceso conseguido por la lucha prolongada del pueblo.
Encontramos fundamentos políticos y jurídicos para aquella nueva alianza porque la Constitución Política, que por su contenido tiene mucho de programática, es un elemento esencial que puede reagrupar a los bolivianos avanzados, precisamente para continuar por el camino establecido en lo que se denominó proceso constituyente el que continúa, de acuerdo a los más optimitas. La reforma de la justicia (que mejor que alcance rasgos de una revolución) que empezará, como se espera, con la elección de los jueces, puede ser otra tarea que nos una, para lo que debe asumir el compromiso de una elección correcta, previa- difusión y asimilación de una propuesta que asegure la articulación de otro Poder Judicial, con gente que tenga dominio del derecho y que sea honrada: como punto de partida bastarían estos dos componentes.
Un conjunto de ideas esenciales ayudarían al reencuentro propuesto: el antiimperialismo, el anticapitalismo, el antifascismo, el antisionismo, el antirracismo, entre las fundamentales. Aunque es cierto que las más difíciles de compartir parecen las referidas a las que nos tendrían que servir para completar un diagnóstico de Bolivia, país plurinacional, de modo que nos apropiemos de ellas, de las ideas que nos ayuden a seguir, con buenos resultados, las transformaciones pendientes y que son todavía muchas y muy complejas. Esta propuesta, sin embargo, no está destinada a impedir los errores que se cometen en toda obra humana y colectiva, pero sí tienen que ofrecer una voluntad inquebrantable de corregirlos, bajo aquel sabio consejo que lo inteligente es enmendar rápido los desaciertos y abandonar la ilusión de los gobernantes bolivianos que creen que no cometen errores o que éstos no tienen importancia.
Es imposible una alianza social y política sin un programa. El ofrecido por el Presidente a sus electores para su actual segundo mandato, tiene que ser la base, pero que debe ser complementado y sobre todo ejecutado sin más dilaciones y sin más espontaneidad como aquello de improvisar dos plantas procesadoras de cítricos (en Caranavi y Alto Beni) o dos fábricas de cemento para conformar a dos departamentos en vez de una y de propiedad bidepartamental para integrar Oruro y Potosí. Se conoce otro ejemplo de lo que nunca más debe ocurrir: la decisión de instalar una fábrica de papel, también en Oruro, y después realizar estudios de mercado, provisión de materia prima, impacto ambiental y otros. Más ejemplos de lo que no se debe hacer: desarrollar la minería estatal y privada sin enfrentar la contaminación ambiental que acaba con acuíferos de Laguna Colorada, degrada ríos de tradicionales centros mineros como de Huanuni y las aguas especialmente de consumo humano en Corocoro.
La unidad social y política que proponemos quiere decir, asimismo, organización concebida ésta como el arte de asumir las tareas políticas, ideológicas, culturales… para liberar y multiplicar la fuerza creadora del pueblo; organización que tiene que ser reforzada con la ampliación de la conciencia política de la gente del pueblo. Todo ese desempeño debe ampliar la unidad, de modo que en la alianza sugerida sólo no tengan espacio los enemigos reales de los cambios y del gobierno.
Es urgente cerrar el paso a la división del pueblo por culpa de la ruptura, por ejemplo, entre el MAS y el MSM. Incluso creemos que la gente sencilla, entre la que se estimula la separación, debe aprender a unir lo que otros dividen.
Sería un nuevo error esperar la llegada de las elecciones presidenciales para buscar aquella unidad democrática y popular de la gente que al fin de cuentas es la que impulsa los cambios. Y para unir al pueblo no se requiere permiso ni siquiera del mejor pintado de los políticos y ni del Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.
Nunca debemos perder de vista que a la gente del pueblo son sus intereses materiales los que le ayudan a la alianza que necesitamos construir. Las ideas también unen, así como separan. Por ello hace falta también que como se aconseja desde hace tiempo debemos presentar interesantes los intereses de los sectores sociales a los que tratamos de unir (B. Brecht). Seguros, además, de que a los explotados y oprimidos es más fuerte lo que los une que lo que los separa. Es que de la unidad democrática y popular gana todo el pueblo y sólo pierden los explotadores y opresores.
La nueva alianza que lanzamos con detalle en esta nota (se lo hizo resumidamente en otros materiales) incluso reforzaría el liderazgo del Presidente porque aquélla, que liderazgos.
Una propuesta unitaria, como la que formulamos aquí, tiene que ser difundida e incluso con ella es urgente convencer (vencer con argumentos) a los interlocutores del pueblo, sobre todo. El principal gobernante, ayudado por “el olfato político bárbaro” que tiene, de acuerdo a lo que decía Anamar, tendría que aceptar y forjar esa alianza que será imposible si se la piensasólo como la firma de un acuerdo y la sugerencia para que se lo aplique, pero después sin hacer nada práctico.
Una alianza, como la pensada y compartida por otros y otras, entre explotados y oprimidos y gobernantes, mejor que nunca sea sin éstos y jamás contra ellos. Hablamos de la unidad de largo aliento y en ningún caso para protagonizar la próxima tarea y nada más.
Ojalá se entienda que ningún proceso de reformas avanzadas y menos una revolución verdadera triunfan cuando el pueblo se divide, como sucede en Bolivia.
Incluso esta lectura es imprescindible compartir, aunque al parecer en el gobierno hay dos tendencias respecto de la unidad: unos que creen, equivocadamente, que el pueblo se une y se desune de manera automática y otros que consideran que el pueblo se unirá, por ejemplo, cuando  en una contienda electoral se advierta que se corre el riesgo de que gane la derecha.
Unidad, unidad y más unidad es lo que nos falta para defender, consolidar y profundizar los cambios. El día que esto se entienda, de veras, aportaremos a esa construcción como el que más.
La Paz, 25 de diciembre de 2010.
*Periodista

Bolivia
Cuando fe y política se encuentran
Hace pocos días, un despacho de la agencia Prensa Ecuménica informaba que el gobierno boliviano había decidido eliminar los privilegios de pasaportes diplomáticos y oficiales a miembros del episcopado católico local. El hecho provocó pocas reacciones en Bolivia. Entre las más pintorescas, una aclaración por parte del cardenal Terrazas, que manifestaba contar con un pasaporte vaticano. Se trata de otra escaramuza —una más, y seguramente no la última— en el complejo ámbito de las relaciones entre jerarquía católica y autoridades de gobierno. Es el capítulo más reciente de una serie de colisiones sazonadas por diversos ingredientes: por una parte, el empecinamiento de ciertos funcionarios gubernamentales, que no pierden oportunidad para criticar sin distinciones todo lo que se relacione con el cristianismo, como muestra de “voluntad descolonizadora”. Por otra parte, la obsesión de la mediocracia aliada a las élites de poder económico, que aprovecha cada situación para atizar el fantasma de la persecución religiosa y el ataque a los que llama valores tradicionales. Finalmente, el desconcierto de la cúpula católica y de líderes evangélicos que, desde una manifiesta incomodidad, no se resignan a abordar con responsabilidad un escenario diferente, desconocido, en el cual el Estado se define por primera vez en su historia como laico. El artículo 4 de la nueva Constitución indica “El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión”. En el Art. 21 garantiza “…la libertad de pensamiento, espiritualidad, religión y culto, expresados en forma individual o colectiva, tanto en público como en privado, con fines lícitos” (el Art. 3 de la anterior Constitución expresaba el reconocimiento y sostenimiento de la religión católica, apostólica y romana).
Como si lo anterior no fuera suficiente, existe una franca visibilización y valorización de religiones y cosmovisiones originarias, que emergen como parte de diversas reivindicaciones, y se instalan además a modo de alternativa, aportando un tipo de espiritualidad holística, biocéntrica, crítica del antropocentrismo y promotora de valores como armonía, complementariedad, equidad y respeto a la Madre Tierra. Adquieren relevancia singular en medio de la actual crisis civilizatoria, y no son de ninguna manera productos fabricados para incordiar a las instituciones eclesiales. Se trata sencillamente de la exteriorización de expresiones arraigadas en las culturas originarias, que durante siglos fueron objetadas, menospreciadas o demonizadas por las iglesias.
¿Cómo hablar de Dios en el proceso de cambio?
En medio de este panorama, se celebró a mediados de diciembre un primer encuentro nacional sobre relaciones entre fe y política. Participaron personas involucradas en tareas eclesiales e identificadas a la vez con el proceso de cambio. En la convocatoria se subrayaba lo siguiente: buena parte de los movimientos sociales e indígenas se han nutrido con personas de fe que asumieron un compromiso militante para el cambio de estructuras de opresión, sin embargo, al pasar el tiempo se han creado distancias entre la práctica política y la vivencia de fe. Por eso, se insistía en la urgencia de construir espacios de reflexión críticos a la vida eclesial y política, así como la necesidad de constituir comunidades y redes de mutuo acompañamiento. A continuación, algunos puntos del ejercicio de análisis de la realidad efectuados.
Con relación a la cuestión política, la mayoría de los participantes considera que dicho proceso no se debe restringir al gobierno actual ni al MAS, sino que es el resultado de una larga historia de luchas y búsquedas del pueblo boliviano, que resultan en los nuevos protagonismos de sectores que recuperaron identidad y dignidad. Por primera vez Bolivia procura soluciones desde sí misma y el voto popular amplio expresa las ansias emancipatorias de las mayorías antes postergadas. Por eso mismo, indican que es fundamental una perspectiva de esperanza y una mirada de fe desde el interior del proceso del pueblo que camina y no desde fuera. A pesar de este nuevo horizonte, advierten sin embargo que el poder económico y el judicial siguen en manos de los grupos tradicionales, y que los mecanismos y la lógica política gubernamental siguen funcionando en general de arriba hacia abajo.
Coinciden en destacar la profunda crisis de los partidos políticos de oposición, que han pasado prácticamente a la categoría de inexistentes, y su correlato en la emergencia de la conferencia episcopal católica con rasgos de facción opositora.
Con relación al ámbito eclesial, indican que el pueblo en busca de mejores condiciones de vida no halla contradicción entre fe y opción política. Sin embargo, enfatizan la incoherencia existente entre iglesias que preparan laicos para un compromiso político teóricamente liberador, pero luego se espantan con las mediaciones históricas, y en el mejor de los casos los dejan solos. En los últimos años hay incluso una franca condena institucional a laicos involucrados en el proceso de cambio, que en ocasiones deben disimular su militancia cuando actúan o laboran en espacios administrados por algunas iglesias.
Comunidades de base y movimientos laicales han derivado a conductas cada vez más centradas en prácticas exclusivamente religiosas, marcadas por el “intramurismo” y por los controles doctrinarios clericales. Parecen lejanos los tiempos en los que la vivencia de fe resultaba naturalmente en un compromiso emancipatorio.
A tono con procesos similares en Nuestra América, las personas que participaron en el encuentro mencionado más arriba decidieron ser consecuentes con su mayoría de edad en la fe, y seguir reflexionando y pronunciándose públicamente sobre temas que hacen a la vivencia del Evangelio. La recién aprobada ley sobre educación, en un país en el cual la iglesia católica cuenta con numerosísimos establecimientos educativos, promete generar más debate. La contribución que puedan realizar personas y colectivos con talante crítico, enraizado en los valores del Evangelio y no en intereses corporativos, será sin dudas un aporte valioso a lo que Evo Morales denomina “revolución democrática y cultural”.

de nuestra tierra
Seamos serios, ¡Sí hay documentos!
Envío la carta a Evo Morales Ayma, leída por mí esta mañana durante la conferencia de prensa en la que los familiares de desaparecidos políticos, desmintieron el argumento del presidente de “seamos serios, ya no hay documentos que desclasificar” y presentaron un legajo de documentos secretos, “llegados a sus manos por el Wikyliks boliviano”, que se encuentran entre los archivos secretos que las fuerzas armadas se niegan a mostrar al país. Entre ellos documentos del Estado Mayor Militar donde se demuestra el intercambio de oficiales con las dictaduras del cono sur y un legajo de documentos que muestra el espionaje que se hacía a Marcelo Quiroga Santa Cruz, todos los cuales podrán ser consultados en el sitio:  www.mujeresporjusticia.org
La Paz, Bolivia, 20 de diciembre de 2010
Señor Evo Morales Ayma,
Presidente Constitucional del
Estado Plurinacional de Bolivia
Hermano presidente:
A propósito de su defensa a ultranza de las Fuerzas Armadas (FA) y su insistencia en que los crímenes de lesa humanidad cometidos por militares durante las dictaduras fueron sólo producto de la “obediencia debida”, me dirijo a Ud. con todo el respeto que me merece su investidura pero también con todo el respeto que me merece mi conciencia. Una conciencia limpia, con una vida de lucha por la justicia y por un mundo mejor; utopía y práctica que me llevó primero a las mazmorras del dictador Hugo Banzer y luego al exilio en el golpe de García Mesa.
Al amparo de esa conciencia, no sólo, presidente, le di mi voto con esperanza de tiempos mejores, sino que regresé a Bolivia para dar lo mejor de mí en ese proceso tan caro a la vida y lucha de nuestro pueblo y tan propio de él.
Como Ud. ha dicho muchas veces, todo cambio, nuestro país se lo debe a la vida y sangre de sus mártires y a quienes lucharon y luchan por frenar al oscurantismo, la depredación social y moral y  la política delincuencial que asoló a nuestro país por décadas y hasta siglos. Política delincuencial  que ahora parecería que sólo perteneció a los gobiernos neoliberales de los últimos 30 años y no a la que asoló a Bolivia por larga data y que –a partir de la república- tuvo sus peores momentos en las dos décadas de regímenes militares instalados en el poder con golpes de Estado.
Desde mi ética política, no comparto el pragmatismo político, menos aún el pragmatismo ahistórico, pero podría entender que desde esa óptica usted quiera tener contentos a los militares en la búsqueda de fórmulas que eviten que estos repitan su experiencia e historia de golpes de Estado y en esa línea los quiera tener felices premiándolos por no dar un golpe cuando, el 2008, la más recalcitrante derecha fascista del país quiso sacarlo del lugar donde legítimamente lo puso el voto popular.
Puedo entender su intención, pero permítame preguntarle ¿por qué hay que premiar a una institución por el sólo hecho de cumplir con su más básico y sagrado deber, por simplemente respetar la Constitución? ¿No es acaso un premio precisamente porque sabe que esa institución puede y tiene la potencialidad armada y la experiencia histórica para volver a hacer del país un prisionero de espurios intereses cuando sus propios intereses lo estimen? Si no es así ¿Por qué otorgarles un premio por cumplir con su deber? ¿Se borra a la historia sólo con la palabra de un líder, por más legítimo que sea?, ¿se controla a los criminales con halagos o se los controla haciendo justicia a sus crímenes, sanando el pasado y enseñando al futuro nuevas éticas sociales?
Los guardianes de la democracia no son ni pueden ser las armas ni quienes las poseen. No se puede hacer jugar, una vez más, un rol político a las armas forzando su adscripción a doctrinas políticas y menos a nombre de la democracia y del cambio. El verdadero guardián de la democracia es un pueblo consciente, que construye su sociedad en permanente y libre debate de opiniones, que conoce y analiza críticamente su historia y su pasado, que ha aprendido a no confundir el recuerdo con la memoria y que ha sanado sus heridas con actos de justicia y reparación (justicia y reparación, los dos principios de la justicia comunitaria).  Los momentos democráticos de nuestra historia se hicieron en contra de las fuerzas armadas, a pesar de sus masacres y represiones y los construyó el pueblo en lucha con su sangre y sacrificio.
Pero además, presidente, premiarlos con una Orden al mérito democrático que lleva el nombre de Marcelo Quiroga, un líder socialista que desaparecieron las propias FA, no sólo  es como que el gobierno Argentino premiara a sus militares con una Orden al mérito democrático que se llamara “30 mil desaparecidos” o que Chile premiara a sus fuerzas armadas –ya que ahora se están portando bien-, con una orden “Salvador Allende”, es además una afrenta, una tenebrosa burla al propio Marcelo que dio su vida combatiendo contra el poder de las armas y por instaurar el poder de la inteligencia, la conciencia, la libertad, la solidaridad y el amor. Le aseguro que ni el actual gobierno derechista chileno, hijo y heredero en democracia del gobierno pinochetista,  se atrevería a hacer eso, hasta ellos han aprendido a mantener un poco de recato.
Usted afirma, señor presidente, que los golpes de Estado no fueron acto de las FA como institución sino sólo de algunos militares a título individual. Eso significa entonces, Sr. Presidente, ¿que esos cientos y cientos de uniformados y no uniformados pagados por las nóminas del ejército, que secuestraron, mataron, torturaron, hicieron desaparecer a muchos hermanos y hermanas, asolaron nuestras calles, allanaron nuestras casas, traficaron droga, nombraron generales honorarios a criminales nazis, intercambiaron información de inteligencia y personal uniformado con las dictaduras vecinas, que hicieron terrorismo de Estado, “sólo cumplían órdenes”?
¿Porqué un líder como usted que reivindica las palabras justicia y cambio repite la argumentación de los neoliberales y derechistas argentinos Raúl Alfonsín y Carlos Menem para evitar no sólo los juicios contra los hechores sino también el juicio de la historia contra las FA? Ante esta argumentación permítame recordar las palabras de Madres de Plaza de Mayo cuando dijeron, “Argüir la obediencia debida es usar los mismos argumentos que los asesinos de Auschwitz en el proceso de Frankfurt , quienes basaron su defensa en ese único punto: “cumplíamos ordenes”. ¿Puede haber, Presidente, una verdadera revolución que se olvida de la historia y la repite?
Usted insiste y reitera que no puede haber desclasificación de los archivos militares porque ya no existen documentos probatorios, que éstos fueron destruidos por orden de García Mesa y Arce Gómez, que usted ya lo averiguó y que está seguro de eso. Es decir, eso ya pasó, ya no existe nada y Punto Final.
Usted es el Comandante en jefe de las FA, y tiene toda la autoridad para pedir información y sin duda recibirá las respuestas que sus subordinados estimen convenientes y no dudamos que la respuesta recibida es la que Ud. afirma. Pero las víctimas y los familiares de desaparecidos vienen investigando por 30 y hasta 40 años y también tienen información, además de mucha y dolorosa práctica en las evasiones y falsas respuestas. Experiencia que Ud. no sólo no ha querido escuchar sino que repitiendo argumentos del fascismo cuando descalificaba a Madres de Plaza de Mayo con las palabras “las locas de mayo”, ahora descalifica la lucha por la justicia y contra el olvido en nuestro país  acusándola de intereses políticos en su contra.
Si lo que usted busca son las declaraciones en las torturas o las órdenes directas de prisión, desaparición o asesinato, es posible –tal vez- que ya no existan. Pero no es eso lo que hay que desclasificar para tener información que ayude primero a terminar con el delito imprescriptible y permanente de la desaparición y luego a hacer justicia. Como comandante en Jefe Ud. debe saber que el servicio militar se maneja con el escalafón, las hojas de trabajo de cada miembro, los reportes diarios que se dan, los pagos recibidos; que los ascensos y movimientos de oficiales y suboficiales se hacen con base en la currícula de cada  militar con sus misiones y órdenes cumplidas. Ud. debe saber que las FA mantienen una contabilidad y un archivo administrativo, órdenes de pago y órdenes de trabajo, allí están las claves, allí están los documentos del escalafón que sí existen y que han resultado clasificados ilegalmente y en los hechos, ya que por ley –debe Ud. saberlo- toda documentación del Estado pasa a ser pública a los 20 años. Allí están los documentos probatorios donde hilar las responsabilidades. Estos no pueden haber desaparecido porque de ellos depende la vida profesional de cada militar, su grado, su salario. Esa documentación  está ahí y lo estará aunque usted no quiera verlos ni que se vean.
Obediencia Debida y Punto Final, con los cuales Ud. indulta en los hechos a quienes cometieron los peores crímenes, los de lesa humanidad, eximiéndolos de toda responsabilidad, no sólo jurídica sino histórica y les permite andar libres por las calles como lo hace Felipe Froilán Molina Bustamante,  “el killer”, interventor directo en el asesinato de Marcelo Quiroga y Carlos Flores. Con sus argumentos está usted  indultando a decenas y decenas de asesinos, golpistas, militares y paramilitares, que viven felices mientras los familiares viven la tortura de andar por los pasillos de la justicia.
Ud. es presidente con un apoyo nunca visto en nuestra historia,  como individuo  tiene Ud. el mismo derecho que todos a tener su opinión personal, pero Ud. es presidente del Estado Plurinacional, no  puede Ud. juzgar, indultar y eximir de responsabilidades penales y judiciales a quienes cometieron delitos de tanta gravedad. Nada ni nadie le da esa autoridad.
La impunidad, la obediencia debida, el punto final y los indultos explícitos o implícitos son la renuncia a la justicia y a la sanación social. Sus consecuencias afectan a la sociedad en su conjunto. Es la institucionalización de la injusticia por quienes están llamados a hacer justicia. Y lo peor de todo, a nombre del cambio, de la revolución, del vivir bien.
El NUNCA MÁS, en este caso el evitar que su legítimo gobierno sea destituido por la fuerza de la sinrazón y las armas,  no se construye con premios que echan sal en las heridas, no se lo hace con halagos y gratuitos regalos, con argumentos de obediencia debida y punto final ni con perdones extrajudiciales, se lo construye con justicia, con memoria, con verdad, con actos reparadores de la dignidad y el valor inherente a cada ser humano, como dicen la Declaración Universal de Derechos Humanos y todos los convenios internacionales en la materia signados por Bolivia.
¿De qué democracia se nos habla cuando los criminales pasean por las calles, los responsables son indultados por la palabra de un líder, a la memoria se la suplanta por un pragmático deseo de olvido, a la justicia por la adulación, mientras cientos de tumbas siguen vacías?
Sería bueno, presidente Evo, no sólo una respuesta política y descalificadora a todas estas interrogantes en tres frases de una apurada conferencia de prensa, sino un diálogo abierto sobre estos temas, un diálogo sin temor y de cara a la sociedad y a los mártires que dieron su vida para que usted esté donde está, pero sobre todo, para abrir las grandes alamedas a reales posibilidades de un futuro mejor.
Atentamente
Ximena Bedregal Sáez

Saludo de fin de año de La Protesta
Estimados compañeros:
Queremos saludarlos fraternalmente en este fin de año.
El 2010 fue un año de muchos cambios, luchas importantes y mucho debate en el movimiento popular en Bolivia. Fueron los 19 días de huelga de Potosí, la marcha de la CIDOB, las huelgas de maestros y fabriles por salarios, la lucha de Caranavi, el Congreso de la Fejuve de El Alto reclamando el cumplimiento de la Agenda de Octubre y declarando que este gobierno no la había cumplido porque es “colonial y oligárquico”.
Fue un año de gran inflación de los alimentos que el gobierno se empeñó en negar, pero que golpearon fuertemente a la economía popular. Como en gobiernos del pasado se proclama un brillante desempeño de la economía nacional, el crecimiento de las reservas, pero se intenta ocultar que la economía de la mayoría de nuestro pueblo está sufriendo, que muchas veces los salarios o ingresos no alcanzan para comer. El gobierno acusó de derechista a todos los que protestaban o reclamaban sus derechos, incluyendo a trabajadores que pedían un 12,5% de salario. Igual que los gobiernos del pasado los acusó de querer provocar “desestabilización económica” por reclamar un pequeño aumento salarial.
Es cierto que algunos sectores populares campesinos o de clase media urbana aumentaron sus ingresos y su consumo. Pero es una minoría, mientras sigue la pobreza del 60% de la población y extrema pobreza del 30% y conseguir un trabajo estable y con un sueldo digno es una misión imposible para la inmensa mayoría de los bolivianos, incluyendo a los profesionales.
Esto es porque los cambios estructurales siguen sin hacerse. Las promesas de industrialización no pasaron de promesas. Los hidrocarburos siguen manejados en todo el proceso productivo por Repsol, Petrobrás y otras transnacionales. La minería sigue en manos mayoritarias de las transnacionales. Y la mayor parte y mejores tierras en manos de latifundistas ahora dedicados a la agroindustria exportadora. La propiedad terrateniente tiene ahora protección constitucional. Y el decreto fundador del neoliberalismo, el 21060 sigue vigente.
Entendemos a muchos de nuestros hermanos que aún creen que Evo puede cambiar esto. Este gobierno despertó inmensas esperanzas populares de que por fin, la lucha que costó tanta sangre triunfará. Pero estamos convencidos de que tenemos que decirle la verdad de frente a todos nuestros hermanos, aunque duela. Este gobierno está gobernando con las transnacionales y pactó con los terratenientes no quitarles sus tierras. Es decir que este gobierno no se propone cumplir la Agenda de Octubre, que no habrá industrialización, ni tierras para el campesino, ni trabajo para todos.
Pero no tenemos que olvidar lo que hicimos, lo que pudimos cuando nos movilizamos masivamente. Fuimos capaces de echar a dos gobiernos sostenidos por los yanquis y por toda la oligarquía, de formar poderosas organizaciones populares y de levantar la Agenda de Octubre como un programa de verdadero cambio estructural para Bolivia.
Por eso el 2011 muy probablemente sea el año en el que se vuelva a la lucha por reencauzar la Agenda de Octubre, a la lucha por expulsar a las transnacionales y confiscar a los terratenientes, por el salario digno, acorde con el costo de la vida y alimentos y trabajo estable para todos, por el respeto a la tierra y territorios indígenas.
Para esa lucha formamos la Agrupación La Protesta en el 2010, con dirigentes de la guerra del gas, ex dirigentes de la FEJUVE como Carlos Rojas, Carlos Barrera, Julio Quelali, Floriaán Calcina, Nicolás Samo, Walter Mollinedo, ex dirigentes de la FUL de la UPEA como Lidia Mamani, estudiantes de La Paz, El Alto y Cochabamba, miembros de la CONOMAQ de Cochabamba, compañeros de Copacabana y compañeros de Santa Cruz. Editamos 10 números de nuestro periódico impreso y electrónico, fuimos protagonistas en el Congreso de la Fejuve de El Alto y de la lucha por defenderla frente a la ofensiva del MAS por coparla. Hicimos un seminario de formación en Copacabana con participantes de Cochabamba, Quillacollo, El Alto, La Paz, Santa Cruz y Copacabana. Fuimos parte de la movilización de la UPEA de El Alto por su presupuesto y participación en el IDH. Hicimos también una campaña nacional en defensa de la Agenda de Octubre en el 7º aniversario de la Guerra del Gas participando en foros y seminarios en El Alto, La Paz y Cochabamba. Fueron algunas de las principales actividades, los primeros pasos de nuestra nueva organización.   
Para esa lucha acordamos con otras organizaciones, con la Federación de Maestros de La Paz, con Jaime Solares de la COD de Oruro, con Juntas Vecinales de El Alto, CODEPANAL, Confederación de Desocupados de Bolivia, Felipe Machaca, secretario general de la COB y otros compañeros, formar la Asamblea Popular Nacional por la Agenda de Octubre, tarea pendiente para el 2011, con el propósito de agrupar a todos los que desde el movimiento popular, campesino, sindical, exigen sus derechos y reivindicaciones, en la perspectiva de reencauzar la lucha por la Agenda de Octubre.
La COD de Oruro ya reclamó un 30% de aumento de salarios, también los fabriles están reclamando aumento salarial teniendo en cuenta la inflación, los guaraníes reafirmaron su defensa de Tentayapi contra la Repsol, los pueblos indígenas del Tipnis en Cochabamba se oponen a una carretera que destruirá su TCO en función de intereses de la Repsol y de la burguesía brasileña, los cocaleros de Yungas exigen su derecho a cultivar hoja de coca en pie de igualdad con el Chapare y que no les destruyan sus cultivos, el pueblo potosino a través del COMCIPO reafirmó sus demandas y también reclamó la nacionalización de la Sumitomo-mina San Cristóbal, la UPEA, universidad pública de El Alto, exige fin de la discriminación y tener los mismos derechos e ingresos, proporcionales a la población de El Alto, que se les dan a otras universidades. Estas son algunas de las demandas populares que afloran para el 2011 y por las que habrá que luchar. Y es necesario que luchemos unidos.
La Protesta se construye al servicio de estas luchas populares, en la perspectiva de un cambio de fondo en Bolivia.
Un brindis especial para todos los compañeros de La Protesta para que en el 2011 estemos a la altura de esa responsabilidad de lucha junto a nuestro pueblo.
Compañero lector le deseamos buenas fiestas, un buen fin de año y un feliz 2011 para usted y su familia.
A los compañeros que tengan coincidencia con nuestra propuesta los invitamos a unirse a La Protesta, escribiendo a laprotestabolivia@gmail.com

lucha de nuestros pueblos
¿Por qué actualización y no reforma económica en Cuba?
El Doctor en Ciencias Económicas Hugo Pons percibe las transformaciones recién comenzadas en la economía cubana, como un proceso de continuidad y ruptura que nos ha traído hasta aquí
José Alejandro Rodríguez
«Estamos haciendo un bonsái en esta pequeña isla», me contesta Hugo Pons, Doctor en Ciencias Económicas, cuando trato de explicarme la movida que está comenzando a registrarse en la economía cubana. Y la sorprendente respuesta, aferrada al símbolo, nos lleva por un laberinto coloquial.
¿Quién habla y conceptualiza? ¿El profesor titular de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana? ¿El investigador?, ¿o el especialista de la Consultoría CANEC? ¿Quizá el vicepresidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba? Todos a la vez, en una sola persona pausada, amante de las conceptualizaciones…Hugo explica su símil: «Un bonsái es aparentemente pobre e insignificante por su pequeñez, pero expresa una singularidad atrayente, una individualidad muy fuerte. Estamos en un proceso sui géneris, que responde a nuestros orígenes y nuestro destino; a la cultura, historia e identidad de esta nación».
Este preguntón le hace el juego al estilo alegórico del entrevistado, y supone que antes de plantearnos «la actualización del modelo económico cubano» en que nos va la vida, estuvimos mucho tiempo haciendo injertos de abedules y abetos siberianos en el «tronco» de la economía cubana.
Pero Hugo vuelve a sorprender con su visión dialéctica del camino recorrido en más de 50 años. Lo ve como un proceso permanente de ruptura y continuidad. El bonsái lo estamos fomentando como una especie única e irrepetible desde 1959, una verdadera experimentación renovadora que, tropiezo tras tropiezo, avances y retrocesos incluidos, siempre nos conduce a un arbolito extraño en el bosque de la economía global.
Mira hacia atrás, pero no con anatemas ni ácidos resentimientos por los vaivenes y tumbos que ha dado la economía cubana, los cuales califica como estadios o momentos de una larga corriente de ruptura y continuidad que nos atraviesa: «El bonsái se logra cortando y podando meticulosamente las ramas y las raíces que te limitan. Muchas raíces y ramas se han ido extirpando en sucesivos procesos de cambio, acuciados por las circunstancias».
—¿Cuándo mira atrás, no cree que demoramos demasiado para promover estos cambios?
—Sólo es posible decir que pudo haberse hecho antes esto o lo otro, si logramos llegar al después. Cuando volteo la cabeza trato de mirar lo que se ha logrado; como mismo cuando miro hacia delante me sitúo el reclamo de lo que se debe hacer.
«Cuando miras hacia atrás, te das cuenta de que este país se ha visto en tres ocasiones en el fuego cruzado, en la necesidad de reestructurar la base de sustentación de su economía y su producción:
A inicios de los 60, tras el cisma con Estados Unidos, hubo que reorientarse hacia los recursos del campo socialista europeo, y a su particular ámbito científico y tecnológico. En 1972, cuando nos integramos al CAME, institucionalizamos nuestras relaciones económicas en aquel sistema. Y con la caída del socialismo real, en la mayor soledad del bonsái, tuvimos que vérnoslas apenas con nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos».
—Hay quien prefiere olvidar aquellos años más cruentos del Período Especial…
—Yo creo que habrá que recordar siempre el Período Especial no sólo por lo que se desarticuló, sino porque también fue un punto de inflexión que nos trajo hasta aquí. Hay que estudiarlo científicamente, además de recordarlo para que no vuelva a repetirse. Uno de los efectos más graves fue el deterioro de la institucionalidad, la desarticulación de los vínculos entre los órganos de dirección, incluido el Ministerio de Economía y Planificación y las empresas. Hubo que preservar con cierta premura el sistema empresarial, arreciando la centralización. Y ésta no fue siempre un error, sino una necesidad. El problema es cuando trasciende y desborda los marcos de la necesidad histórica.
«Ya ves, para mí el Período Especial fue la demostración de la inmensa capacidad de prevención que tuvimos para sobrevivir a tantos retos juntos, por encima del precio que ha habido que pagar en todos los órdenes. Fue también parte del largo proceso de ruptura y continuidad».
—Por cierto, usted menciona el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, a fines de los 80, como un momento especial en la evolución del bonsái. Aunque parezca especulación, ¿adónde cree que hubiéramos llegado de no producirse el desplome del socialismo europeo?
—El proceso de rectificación de errores y tendencias negativas marcó una pauta, porque identificó los aspectos de la política económica, y sus instrumentos, que no se correspondían con nuestras características e identidad, con las posibilidades de desarrollar nuestro bonsái. Se clarificaron muchos errores y se ponderaron muchos aspectos motivadores en los procesos productivos en cuanto a la utilización de la fuerza de trabajo y su participación activa, se estimuló el vínculo salarial con los resultados, se criticaron debilidades del proceso inversionista, y en general se fustigó mucho el copismo de otras realidades.
«¿Adónde hubiéramos llegado? Nos hubiera acercado mucho más a realidades que hoy nos planteamos. Al menos creo que nos hubiera acercado a fórmulas más idóneas de redistribución de las riquezas».
—¿Encuentra usted algún nexo entre el proceso de rectificación de errores y la actualización del modelo económico a la que está abocada Cuba?
—Tanto uno como el otro han pretendido transformaciones preservando el socialismo, pero en contextos históricos muy diferentes.
—¿Por qué el socialismo europeo no pudo resolver sus propias contradicciones?
—Siempre pienso en lo que motivó ese proceso. La esencia del problema es que no se supo interpretar a tiempo los intereses de la sociedad que estaban construyendo. Se alejaron y no fueron a las raíces, a las esencias de sus singularidades culturales e históricas. Aplicaron raseros igualitarios a todo.
«El apego al poder en la URSS causó mucho daño, y el no tener una visión realista de sus capacidades como potencia para competir con el capitalismo; el negar las realidades del capitalismo y esconder los avances de la ciencia, la técnica y la cultura en otras realidades, hizo mucho daño».
—En su consideración, ¿por qué se identifica el proceso en que está enrolada Cuba como una actualización del modelo económico y no como una reforma?
—Antes te sugiero que profundices en la actualidad de esta reflexión martiana: «Sólo lo genuino es fructífero. Sólo lo directo es poderoso. Lo que otro nos lega es como manjar recalentado. Toca a cada hombre reconstruir su vida: a poco que mire en sí, la reconstruye».
«Y te agrego: El agotamiento del modelo copista se expresa entre nosotros a finales de los 80, con el proceso de rectificación de errores. Ahora estamos en un proceso de cambio, pero no puede ser identificado jamás con otras reformas, porque ello se hará sin minar las bases del socialismo y de su ideología, sin modificar las relaciones de producción preponderantes».
—¿El proceso de actualización del modelo económico no supone que lo que hoy pensemos necesario mañana puede ser ya inoperante? ¿No implicará una revisión permanente?
—No hay nada más parecido a la labor del médico que los procesos de dirección y gestión económica. El economista tiene su paciente o cuerpo vivo en la economía. Cuando el economista analiza una situación, elabora un diagnóstico. Y a partir del diagnóstico se deben tomar un conjunto de medidas, que serían la prescripción facultativa, la receta. Luego debe monitorearse lo que está pasando en el comportamiento de ese paciente que es la economía.
«En términos prácticos, los compartimentos estancos no existen en economía. La solución a los problemas de hoy no tendrá que ser la del mañana. Siempre voy a gestionar, rectificar y accionar».
—¿Cómo se podría aplicar eso a nuestro socialismo?
—Hay una dimensión aspirada en nuestro socialismo, porque este sistema es el único que se construye a voluntad y a conciencia. Eso requiere de la instrumentación de la planificación. La estrategia es lo que se pretende alcanzar a largo plazo, la política es el conjunto de acciones que deben lograrse para resolver los problemas en la consecución de la estrategia. Y el modelo de gestión es el mecanismo con que aseguras el conjunto de políticas para lograr la estrategia. Esta interacción debe ser orgánica y coherente, pero progresiva. A fuer de marxistas, sabemos que nunca hay soluciones definitivas.
—Algunos creen ver un antes y un después de los Lineamientos del Congreso del Partido y del último discurso de Raúl en la Asamblea Nacional del Poder Popular…
—Creo que vivimos un momento de reforzamiento de la confianza en la Revolución, por la precisión con que se están identificando y abordando los problemas; y porque esa identificación está expresada desde el sentir popular, desde las necesidades y los objetivos de la mayoría. Por lo dialéctico y flexible que caracteriza este proceso, sin tener que abandonar principios esenciales.
«Para mí EL QUÉ de los Lineamientos son las transformaciones estratégicas que requerimos. El CÓMO son los instrumentos para actualizar nuestro modelo económico. El CUÁNDO es el horizonte temporal en que se vayan definiendo los alcances. Y El QUIÉN, es lo más importante: el pueblo, nuestra gente, que siempre será la garantía.
«Esa capacidad de identificar, analizar y desarrollar se garantizará en la medida en que la construcción del socialismo en Cuba responda a la mayoría de la población. El socialismo se construye a voluntad, y esa voluntad hay que educarla, desarrollarla y preservarla. Esa será la única forma de mantener vivo y sano el bonsái».
lecturas
La Impostura de Fernando el Caótico(*) de Juan Claudio Lechín
Ricardo Aguilar Agramont
Cuando uno lee el drama de Juan Claudio Lechín y piensa que es ganador de un concurso literario no puede dejar de suponer la extrema mala calidad de los demás trabajos presentados, o de lo contrario habrá que tratar de comprender en qué demonios estaban pensando los jurados al momento de premiarlo. El insoportable texto dramático Fernando el caótico de Juan Claudio Lechín es alarmantemente mistificador, encubre un pensamiento reaccionario intolerable, uno no puede menos que desencubrir aquello que queda velado en su discurso. Esto es lo que se hará a continuación. Veremos que lo que queda oculto son inversiones (por ejemplo invertir la conquista) racistas que en vez de rescatar a los oprimidos, los ridiculiza; al final veremos cómo este drama termina siendo un discurso al servicio de un “discurso de poder”. A continuación habrá una breve descripción de la herramienta teórica de la desmistificación basada en el libro Mitologías de Roland Barthes y se la hará operativa; posteriormente se desarrollará qué se va a entender por “discurso de poder” y se verá por qué la escritura de Lechín constituye una impostura ideológica.
Para este efecto que propongo utilizaré el procedimiento de desmistificación barthiano. El concepto es “la mistificación”, de ahí saldrá la desmistificación (derivación utilitaria del concepto, o sea la herramienta teórica). Roland Barthes en su libro Mitologías utiliza el procedimiento de la semioclastia (más o menos destrucción de imágenes) de la conciencia burguesa; lo que hace este autor, en líneas generales, es un develamiento de signos cotidianos de la cultura de masa (dentro de la actualidad en que se escribió su libro) a modo de una crítica ideológica de aquello que tales signos encubren o mistifican. Básicamente, se trata de que esos engaños tienen dos niveles de relación lingüística: el primero se da dentro de la lengua en tanto sistema semiológico es decir hay un significante con su correspondiente significado, la relación entre ambos produce un signo; en el segundo nivel se da una suerte de puesta en abismo conceptual: el total de la relación del primer nivel, es decir el signo, hace de significante en la mistificación y éste a su vez se refiere a otro significado, que sumados constituyen otro signo, este signo vendría a ser lo desencubierto, lo desmistificado, generalmente una impostura. Este sistema de relaciones es usado por Barthes para desmistificar mitos burgueses pertenecientes al lenguaje fotográfico, pictórico, publicitario, etc.; sin embargo, creo pertinente que este mecanismo se amplifique a la literatura, sobre todo si tomamos la idea de Bataille cuando dice: “La literatura no es inocente y, como culpable, tenía que acabar al final por confesarlo” (Bataille, 1971: 28).
En Fernando el caótico tenemos una inversión de los acontecimientos históricos de la colonia (una ficcionalización de una conquista inversa: son los incas quienes descubren Europa y la conquistan violentamente), tal vuelco es en un primer nivel un intento de denuncia de las atrocidades del colonialismo español; sin embargo, la inversión opera de manera burdamente sustitutiva: las carabelas son reemplazadas por balsas de totora, los españoles son ahora los indígenas, el rezo “padre nuestro” es ahora “Inti nuestro”, y otras sustituciones con ese grado de obviedad. Entonces podemos decir de esto que no hay una conquista desde lo indígena, pues lo único que hace es trasponer lo occidental a lo quechua. Tal vez lo haga por falta de conocimiento del mundo andino, cosa que podría perdonarse, pero en realidad aquí opera (además de una profunda ignorancia de lo indígena) un intento de causar un efecto cómico de fácil construcción: sustitúyase carabelas por balsas. El efecto es ridiculizante, sólo exacerba el colonialismo de lo español hasta en una ficcionalización de la posibilidad contraria. De este modo, si hubiera cabido una conquista de América a Europa, ¿ésta hubiera sido bajo los mismos parámetros de occidente? ¿Puede caber una mentalidad precolonizada, es decir colonizada a priori? La sola idea parece ridícula, pero seguramente a Lechín le pareció de flores. La modalidad de la primera gran inversión (que los indígenas colonicen a los españoles) pretende ser denuncia, pero encubre un pensamiento colonizado y vejatorio de lo quechua. Los maltratos conceptuales están por doquier, pongamos el ejemplo de la llegada de los incas en la didascalia (aclaraciones que hace el dramaturgo para guiar la puesta en escena de la obra): «Vienen vestidos onda “los intocables”, años treinta pero con algunos detalles de telares incaicos en las solapas o en los chalecos […] Atahuascar porta una ametralladora tipo Uzi» (p.34). ¿Por qué es necesario el anacronismo? ¿Despliega algún efecto de sentido? En absoluto, es totalmente gratuito. Sólo busca la carcajada del teatro popular por la heterotopía ridícula de poner juntas dos cosas disímiles, como el comentador de este texto, Jorge Hacker, dice: “Incas y españoles compiten en un maratón de gags” (p.109). El humor no es corrosivo, no vuelve ambiguo nada, sencillamente se trata de ocurrencias, gags teatrales, pastelazo en la cara; y qué es el gag sino la más abstrusa manera del humor: el pastelazo en la cara, el resbalón o una aparatosa caída de un personaje; sí, Fernando el caótico no es más que un maratón de gags, sin embargo ojalá estos gags se quedaran en una burda manera de hacer reír; pero no, pues se vuelven vejatorios, seguramente a Lechín le pareció “súper buena onda” vestir a los incas con gabardinas y pedacitos de tejidos incaicos. Por suerte hay quienes sabemos del relato que sostiene cada tejido andino, sabemos de la ficción que entrañan. Si Lechín quiere valorar lo indígena, pues decimos que con buenas intenciones no basta, habrá que tratar mínimamente de adentrarse en esa cultura. La ametralladora y las gabardinas son sólo un ejemplo de los numerosos anacronismos-gag de total arbitrariedad que no mueven nada, sino la ridiculización de los incas, nos quedamos sólo con este ejemplo por cuestiones de espacio.
Pasando a otra mistificación, la inversión de la conquista encubre una culpa. El Inca y su máxima autoridad religiosa Chuchuwasi llegan, toman posesión y dictan leyes de respeto para con los conquistados, luego ambos desaparecen y son Torquemada y Atahuascar quienes violan mujeres y saquean. En el referente histórico también los cronistas oficiales mostraron este problema de igual manera (no por nada eran parte de la oficialidad); la transposición que hace operar Lechín entonces nos devela lo que encubre: Lechín se come el cuento de que las altas jerarquías del Sacro Imperio Español (reyes y altos sacerdotes) ignoraban las atrocidades que se cometían en el nuevo mundo, pues eso es lo que se nos da a entender al hacer inocente al Inca y al gran sacerdote, pues como vimos en Fernando el caótico todo lo que se dice que sucedió “históricamente” es escrito pero atribuyéndolo a los incas por medio de la ya descrita occidentalización de la posibilidad de una colonia al revés, cosa que se ve por doquier: como “el Inti te bendiga”, la bendición es del mundo cristiano, el mundo posible de Lechín es un mundo colonizado. Si seguimos observando, veremos que la inversión es insoportablemente vejatoria, Isabel la Católica dice a su esposo Fernando: “Dile a… lo que se llame, que esto es lo que hay. Y que coma, porque por andar pensando estupideces todos estamos hundidos” (p.51). Vuelvo a repetir que en este libro todo está dado por sustitución, entonces bien puede atribuirse —en el lugar previo a la inversión, es decir en el del referente histórico— el reproche a cualquier quechua diciendo a su Inca que han sido conquistados por andar pensando estupideces, cuando sabemos que la conquista en América, y por el lado del Tawantinsuyo no es excepción, se dio por una suma de acontecimientos complejísimos, no por estupidez, pero ¿es que la obra de Lechín puede llegar a creer que haya sido por corta inteligencia?
Hay en este libro una cantidad impresionante de elementos gratuitos de la famosa inversión de la que hablo: los Incas comienzan a llamar “indígenas” a los españoles, sin embargo históricamente los españoles lo hicieron al creer que habían llegado a las Indias Orientales, y cuando caen en cuenta de que descubrieron otro continente llaman a este territorio las Indias Occidentales, por lo tanto no hay arbitrariedad en el nombre de “indios”; la inversión que hace Lechín es totalmente gratuita y parece encubrir un pensamiento racista, pues tal vez cree que el apelativo indio es ofensivo; por supuesto que no lo es.
El tema de la “quiputeca” me deja sin ganas de seguir escribiendo. Equiparar los quipus a la escritura es desconocer la función del quipu, no digo nada más respecto a esto: hable el silencio.
Sigamos ahora con un fragmento del discurso de Torquemada (quien por cierto es otro anacronismo, pues es muy posterior a la conquista) sorprendido del saber de los Incas: “Han traído el sistema económico-social más avanzado que existe: el ayllu. En la medicina: la trepanación craneana” (p.52). La impostura es clara: se quiere elogiar los saberes indígenas, pero tales saberes son burlados y estropeados, pues son atribuidos a disciplinas occidentales (la medicina, la economía), ¿acaso la trepanación es un saber científico en el contexto de los incas?, claro que no, pues es un procedimiento ritual, de culto a la muerte; entonces, la frase escrita por Lechín, puesta en boca de su personaje, es evidentemente irónica, dice lo contrario de lo que se entiende en el nivel no irónico: o sea que la trepanación no es ningún avance científico.
Tantos ejemplos de mistificaciones dichas por los personajes del autor me lleva a creer que no hay ficcionalización del anunciador del discurso, parecería ser que es Lechín diciendo todas esas barrabasadas, pues un prejuicio puede traicionar a cualquiera unas cuantas veces, pero cuando un libro está plagado de prejuicios, entonces no hay más que atribuirlos al autor, además no hay voz opositora a tantos juicios preconcebidos, no hay polifonía que desmienta que los prejuicios no sean los del autor y sean de sus personajes ficcionales.
Podría seguir eternamente desencubriendo cada a priori que hay en este libro, pero sería de no acabar; por tanto, veamos el último antes de pasar al problema del discurso de poder. El culto de los incas, del cual no tengo un extenso conocimiento —aunque con lo poco que sé me doy cuenta del anquilosamiento de la transposición— es cristianizado. Entonces la religión de Wiracocha es la de la piedad y el perdón (como el cristianismo). Aquí veo una total negación del otro. ¿Por qué el culto incaico no puede ser en la obra lo que era?, ¿por qué tiene que equivaler al cristianismo? Sucede lo mismo que en el ejemplo de la trepanación: ¿por qué ésta no puede ser una práctica ritual, por qué se tiene que ridiculizar una práctica religiosa diciendo que es la técnica médica más avanzada? Todo lo dicho desemboca en la inevitable conclusión de que Fernando el caótico es un libro que contiene una impostura ideológica, se quiere enaltecer lo indígena y en realidad se lo deja totalmente ridiculizado.
El discurso del poder
Al principio decía que en Fernando el caótico veía un servilismo a un discurso de poder. Para ver esto hay que describir qué se va a entender por discurso de poder y cuál es su dominio. Talvez habría que comenzar por consentir la fatal imposibilidad de sustraerse del lugar de poder y más bien hablar de un desmarcarse del discurso de poder, cosa muy diferente.
Roland Barthes en su Lección inaugural para el Collège de France dice: “[…] llamo discurso de poder a todo discurso que engendra la falta, y por ende la culpabilidad del que lo recibe” (Barthes, 1987: 118). Si bien “el poder […] está allí, agazapado en todo discurso que se sostenga así fuere a partir de un lugar fuera del poder” (Barthes, 1987: 115), el problema de la culpa talvez dispense toda posible impostura para con el receptor de tal mensaje, al menos así quisiera creerlo. El discurso político es de por sí engendrador de culpa, y no se hable del fascismo en donde es por demás obvio, sino de la corriente que pretendió ser más libertaria: la izquierda, que en todas sus instancias iniciales (discursivamente hablando) plantea un zafarse del poder, sin embargo siempre devino en discurso de poder, infundiendo culpa al “proletariado” por no activar las “condiciones objetivas” necesarias para una revolución: el estar sometido se convierte entonces en una culpa; o por ejemplo ahora en la democracia, en donde la abstinencia electoral es señalada como falta de amor a aquello que nos costó tanto establecer, y como si tal censura pública no fuese suficiente. El discurso de poder de la democracia se efectiviza en instituciones de poder, se sanciona a aquél que no vota, obstaculizando la libertad de desenvolvimiento que paradójicamente la democracia defiende como precepto fundamental de sí misma; a esto es a lo que Žižek llama totalitarismo del “bien”.
Todo lo dicho sólo quiere mostrar cómo el discurso de poder se adhiere incluso en los “textos” que se quieren más progresistas. Así, entonces, el poder se filtra inspirando culpa en los receptores de un discurso. Sin embargo hay algo que atraviesa el poder con la consecuencia de una equivalencia curiosa entre forma y contenido: “La razón de esta resistencia y de esta ubicuidad es que el poder es el parásito de un organismo transocial, ligado a la entera historia del hombre, y no solamente a su historia política, histórica. Aquel objeto en el que se inscribe el poder desde toda la eternidad humana es el lenguaje o, para ser más precisos, su expresión obligada: la lengua” (Barthes, 1987: 118). “El lenguaje es una legislación, la lengua es su código. No vemos el poder que hay en la lengua porque olvidamos que toda lengua es una clasificación, y que toda clasificación es opresiva […]. Como Jakobson lo ha demostrado, un idioma se define menos por lo que permite decir que por lo que obliga a decir” (Barthes, 1987: 118). El ejercicio del poder (su contenido, es decir la culpa) entonces se liga a su forma (la lengua) en una perversión de poética equivalencia. La lengua es entonces la instancia más fascista que cualquier régimen totalitario, pues atraviesa no sólo nuestra construcción de mundo, sino inclusive nuestro ser más próximo: el cuerpo. Entonces, según Barthes, no habría libertad si no fuera del lenguaje: “la singularidad mística descrita por Kierkegaard o el amén nietzscheano”. Barthes dirá respecto de esto: “Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte yo la llamo: literatura.” (Barthes, 1987: 121, 122). La reacción factible a este mecanismo del poder, según Barthes, ha sido y es la literatura: la equivalencia de la que hablaba sólo puede ser en cierta forma subvertida, desde adentro, con la misma equivalencia, pero con la ilusión de esa misteriosa diferencia sustancial de la imagen del espejo, pues si el discurso de poder ejerce la coerción de la culpa con una herramienta coercitiva, la literatura hace uso de la misma herramienta para develar la coerción. Aquí nos sirve de imagen poética el hecho histórico que Villena analiza de los andinos en el cultivo de la papa: hacer del veneno un alimento; podríamos decir también: hacer del veneno el antídoto: el lenguaje como legislación devenido en anarquía. Frente a lo cual Fernando el caótico se queda más que chico, tan bella reflexión de lo que es la literatura sólo inculpa más y más al libro de Lechín, veamos por qué.
El personaje Fernando está pensado para que el lector se identifique con él, aunque ocurre lo contrario: es Fernando quien quiere identificarse con la humanidad y con el lector en particular. Lechín quiere que nos veamos en su personaje, y tal es la razón de tanta insistencia en el tema del famoso espejo en el que Fernando se mira —y quiere que nos veamos— (en la obra Fernando el Católico no deja de mirarse en el espejo y pensar) y también en el de los huesos en los que (valga la tautología) Fernando se mira un poco a lo Hamlet: “Lejos de la pureza, la más peligrosa de las ideologías. Soy mestizo y llevo la sangre de la humanidad en mí” (p.103). Fernando quiere ser el sujeto latinoamericano, en el cual nos reconozcamos; quiere que digamos con él que nuestro enemigo somos nosotros mismos: “Isabel: ¿quieres conocer a tu verdadero enemigo? […] Fernando: No son ellos (los incas) […] Es el esclavo que me habita por dentro. Ese que fabrica mis miedos. Ese que prostituye la realidad por el ideal del amo, que se mira en el rostro del amo creyendo que se ve a sí mismo. Ese que busca desesperadamente un amo porque, como tú dijiste, no se soporta. Míralo agazapado, casi invisible y sin embargo tan presto: Qué tipo.” (p.102) Éste es un discurso que quiere infundir culpa en el lector, pues ya vimos cómo se identifica con la sangre de toda la humanidad (incluida la del lector, claro), entonces se trata de un mensaje reaccionario y del lado del discurso de poder, que se define por la supuesta falta y la culpa del que lo recibe. Fernando comienza hablando de sí mismo, y como quien nada hace, comienza a volver su enunciado en primera persona en enunciados impersonales. El que cambie de la primera persona al modo impersonal, significa que nos está hablando a nosotros: ¡Fernando ha despertado de su ceguera y quiere que nosotros despertemos de la nuestra, pues si estamos como estamos es por tener mentalidad de esclavos!, eso es lo que nos dice “donándonos” (término de Derrida, pero para donar la muerte) la culpa que él siente, es insoportable que un tipo de discurso disfrazado de progresista encubra un puro, purísimo discurso de poder (qué paradójico que antes hablara en contra de la pureza). Nos está diciendo esclavos que prostituimos nuestro ideal, que incapaces de reconocernos, quiere hacer sentir culpable al receptor de su discurso, ¡abrirle los ojos; él, que es el único que ha despertado, mientras todos seguimos dormidos! ¿Puede haber mayor egolatría? Lechín nos va enseñar a aceptarnos, claro, es que estamos tan ciegos. Bueno, el caso es que la culpa que quiere inspirar su discurso enmascarado de progresista no es otro que el del lenguaje fascista y, por tanto, es impostor.
El gran peligro (con el que termina esta historia de desmistificaciones) es que la culpa que la obra nos quiere hacer sentir, no se queda ahí, pues las últimas palabras de Fernando nos llaman a esparcir la culpa en nuestros semejantes, a divulgar su discurso de poder. Le da a Isabel un hueso (símbolo de esta culpa) y dice: “Esta es mi única herencia. Constrúyelo tú y luego dáselo a él (su hijo en gestación) y luego al hijo de él. Yo estaré siempre para acompañarlos en ese duro camino de la libertad interior” (p.105). Lo que se podría parafrasear así: Fernando a Isabel (con voz de moribundo): enfrenta al esclavo que llevas dentro, y dile a tu hijo que él lleva un esclavo dentro de sí, y si no logra enfrentarlo dile que es culpable de prostituir mis ideales, digo los suyos, y que ha vivido ciego, no como yo que he despertado, aun cuando sea en mi lecho de muerte, y si abre los ojos a mi verdad, digo a la verdad, dile que su hijo también es culpable, salvo que… etc. Tal el discurso de poder en el melodramático final, terriblemente coercitivo, al mejor estilo de Stalin, o de Bush Jr., ambos “dueños” del bien. Fernando el caótico es un libro ideológicamente incorrecto, reaccionario, parte integral de una impostura muy mal disfrazada de corderito.
Bibliografía
Barthes, Roland: Mitologías. Siglo XXI, 11ª edición, México D.F., 1997.
Barthes, Roland: Lección inaugural. Siglo XXI, 4ª edición, México D.F., 1987.
Bataille Georges: La literatura y el mal. Taurus, Madrid, 1971.
Derrida, Jacques: Espectros de Marx. Trotta. Madrid, 1995.
Žižek, Slavoj: El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003.
(*) Fernando, el Caótico, libreto de teatro. Ganó tres premios: 1) Primer Premio de Obras para Teatro del Circulo de Directores de Teatro independiente, Bolivia, (Ed. CDTI, 1998); 2) Premio Nacional de Teatro 1998 “José Vázquez Machicado” bajo el título Enemigo del alma, (Fondo editorial del Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, 1999); y 3) Mención de Honor en el concurso Municipal Franz Tamayo, La Paz, 1999.

Releyendo el Manifiesto Comunista
Carlos Pulido (*)
Hay libros que deberíamos releer de vez en cuando. Libros por los que no pasa el tiempo y a los que no les afecta la crisis ni el desastre climático, es más, en dichas circunstancias hasta parece que se volvieran más interesantes. Y no me corto si les digo que uno de esos libros —al menos para mí—, es el Manifiesto Comunista, de K. Marx y F. Engels. Ahí está el capitalismo omnipresente, aquí sigue. Y ahí está la propuesta de superar el capitalismo mediante la lucha organizada y colectiva de los trabajadores como sujetos sociales y activos de la historia. 
Por primera vez aparecen enunciadas las características estructurales y fundamentales de la sociedad capitalista. Están ahí las clases sociales, la lucha de clases, el carácter central del trabajo y la función revolucionaria de los trabajadores, la incontrolable tendencia del capital a expandirse rebasando las estructuras nacionales, la ganancia como móvil central del capitalismo, las crisis periódicas del sistema industrial y sus efectos demoledores sobre la población pobre, etc. Y no deja de sorprenderme, lo reconozco, cómo en tan pocas páginas se dibuja un cuadro tan global del modo de producción capitalista, con todas sus miserias e injusticias
Si el Manifiesto se hubiera limitado a ser un mero diagnóstico sobre el capitalismo, posiblemente habría pasado como un libro más sin pena ni gloria, pero el asunto es que el Manifiesto se atreve, con todo el rigor de la razón, a señalar que el capitalismo ha creado por primera vez en la historia las condiciones para lograr la emancipación de los seres humanos. 
Para no ser injusto debo decir que aquellos dos hombres que escribieron ese libro (Marx, 29 años; Engels, 27), vivieron en una época bastante influida por el Iluminismo y la fe en el progreso, y que seguramente pecaron de optimismo al considerar que el triunfo del proletariado era inevitable
También ellos eran tributarios de ese culto al progreso y aún el capitalismo no había mostrado los límites de ese ‘progreso’. El acento en la acción de la subjetividad en la historia, la construcción de un sujeto social y la necesidad de una organización política de clase son, desde entonces, temas imprescindibles de la reflexión revolucionaria. 
Tal vez del Manifiesto debamos superar esa fe estrecha en el progreso para asumir desde una perspectiva revolucionaria un proyecto social que, sin renunciar a la razón ni a la ciencia ni al conocimiento, rompa con el culto ciego a las fuerzas productivas al servicio del capital, que estudie y analice esas dos contradicciones del capitalismo, la que opone capital y trabajo, y la que opone capital y naturaleza, que denuncie la irracionalidad y el modo como la tecnociencia se ha convertido en una fuerza productiva/destructiva a las órdenes del capital… En fin, que una lectura actual del Manifiesto, desde este presente histórico, también sirve para ponerse crítico con todas las fuerzas que en nombre del progreso han destruido y continúan destruyendo a los seres humanos, a la tierra y a los recursos naturales
Renunciar a esa visión depredadora del predominio ineluctable de las fuerzas productivas en el capitalismo supone también volverse a concentrar en los vencidos, en los pobres de la tierra; pero sobre todo, en sus resistencias. Y no es evocación o nostalgia histórica, sino más bien un reto: reconstruir las fuerzas sociales necesarias para enfrentar al capitalismo y proponer un nuevo proyecto de sociedad. El rescate de la revolución es ahora, una necesidad urgente, aunque me temo que, en lugar de ser el ‘motor del progreso’, habrá de ser la mano que accione los frenos de emergencia. La revolución ya no se realizará para impulsar el tren del progreso, sino para detener la vertiginosa carrera de ese tren hacia el abismo. 
Desde luego que me podrán argumentar que todo esto que digo suena utópico y que no es más que la teoría de un sueño, pero mientras tanto, la utopía reaccionaria del capitalismo, con sus sueños de bienestar y prosperidad, son la pesadilla de más del 80% de la población del planeta, considerada ahora más que nunca, desechable e innecesaria. 
Sí, es muy posible que volver a leer el Manifiesto Comunista me haya hecho soñar, pero son sueños de justicia, de igualdad, de fraternidad, de internacionalismo, democracia real y comunismo. Sueños quizá, pero muy realizables.

La masacre minera del 21 de diciembre 1942
Yuri Aguilar Dávalos
La columna de mujeres y hombres mineros avanza por la pampa que une Siglo XX con Catavi. Se dirige a las oficinas de la empresa Patiño Mines. Cuando los miles de manifestantes están en campo abierto suena el tableteo de las ametralladoras. Es el 21 de diciembre de 1942.
Hacía una semana que los sindicatos de “Oficios Varios” de Catavi y de “Trabajadores Mineros” de Siglo XX declararon la huelga general con la que exigían mejores condiciones de vida y de trabajo.
El conflicto no es nuevo. Transcurría más de un año que sus dirigentes presentaron un pliego donde pedían aumento de remuneraciones en una escala del 10 al 60 por ciento y el congelamiento de los precios de las pulperías. La empresa Patiño ofreció aumentos entre el 10 al 25 por ciento, propuesta rechazada por los trabajadores, lo mismo que otra del Tribunal de Conciliación que ofrece un aumento del 10 al 30 por ciento y congelamiento de precios en las pulperías.
El 30 de septiembre se reavivó el conflicto. El Sindicato de Oficios Varios pidió el 100 por ciento de incremento. Las demandas se generalizaron en todo el país. El gobierno de Peñaranda promulga el “Código Busch” o la Ley General del Trabajo el 8 de diciembre, a fin de aplacar las protestas, pero esa medida no es suficiente para los mineros, quienes insisten en pliego laboral y dan plazo de cinco días para que sus demandas sean escuchadas.
El 9 de diciembre las minas son declaradas zonas militares y se nomina como jefe de la plaza al del Cnl. Luis Cuenca. El 13 se decretó el estado de sitio; al mismo tiempo una muchedumbre que pedía la libertad de sus dirigentes, supuestamente detenidos, fue ametrallada. El 15 se declara la huelga.
Para doblegar a los huelguistas la Empresa retiene sus sueldos, pero la convulsión obliga a que éstos sean pagados el domingo 20 y esperaron que al día siguiente se normalice el trabajo; pero el 21 nadie entró a trabajar.
Cuando 8 mil mineros marcharon desde Siglo XX hacia las oficinas de la empresa de Patiño en Catavi, los uniformados del Regimiento Ingavi los ametrallaron. María Barzola, una panadera, fue una de las víctimas de esa masacre.
La represión mortal continúa en los campamentos de Catavi, Siglo XX, Miraflores y Cancañiri hasta el 23 de diciembre con un saldo de 40 muertos según algunos y según otros de 400.
De esa forma las Fuerzas Armadas reprimieron una vez más a los trabajadores mineros movilizados que sólo pedían mejores condiciones de vida
Desde entonces, como un homenaje a la lucha y a los caídos en ese 21 de diciembre de 1942, es declarado Día del Minero, y los campos donde fueron masacrados los mineros lleva el nombre de María Barzola.
Fuente: “Una mistificación demagógica: La masacre de Catavi” de Juan Manuel Balcázar

nuestra historia
Diciembre en el tiempo
Yuri Aguilar Dávalos
3 (1969)                        Se forma el Centro Cultural Máximo Gorki en Catavi, y algunos de sus integrantes participan luego en la Guerrilla de Teoponte.
5 (1990)                        Asesinan a miembros del CNPZ que tenían secuestrado a Jorge Lonsdale, el que también muere durante el operativo que fue dirigido por Guillermo Capobianco y Raúl Loayza.
7 (1963)            Mineros de Catavi toman de rehenes a técnicos yanquis.
7 (1958)            Por imposición yanqui el Plan Triangular despide 2.000 mineros de Catavi
10 (1976)          Se forma la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en Bolivia.
18 (2005)           El MAS a la cabeza de Evo Morales Ayma gana las elecciones en la primera vuelta con el 53,7 por ciento.
19-21 (1996)      Masacre de Navidad en Amayapampa y Capasirca durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
21 (1942)          Masacre de Catavi (Día del Minero).
28 (1977)           Cuatro mujeres mineras y sus hijos inician una huelga de hambre por la amnistía general e irrestricta y contra la dictadura de Hugo Banzer.